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Manifiesto de viaje



1983 – 2024


Gustavo Buntinx

Qué es y qué quiere ser MICROMUSEO

(Fragmentos recombinados de textos varios)


 

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Una MUSEOTOPÍA, ensoñada desde 1983 como respuesta a la CARENCIA proverbial de un Museo de Arte Moderno o Contemporáneo en Lima, casi la única capital latinoamericana que hasta hace poco ostentaba una AUSENCIA de este tipo. Nuestro gran VACÍO MUSEAL.

Una FANTASÍA construida desde las incitaciones de esa FALTA, ese ABISMO. Ese HUECO: el vacío museal puede al mismo tiempo ser ERÓTICAMENTE percibido como algo que clama por ser COLMADO. También en un sentido social. Y POLÍTICO.

Un museo AMBULANTE, un museo rodante, concebido no para comunicar relaciones de PODER cultural entre las elites del centro y de la periferia, sino para vehicular nuevas y propias COMUNIDADES de SENTIDO, comunidades de SENTIMIENTO. Un agente de PERTENENCIAS.

Un museo RODANTE, un museo ambulante, articulado no en términos de pactos definidos desde lo global, sino como una alianza y lucha específica, local, entre lo PEQUEÑO-BURGUÉS-ILUSTRADO y lo POPULAR-EMERGENTE. Una FRICCIÓN CREATIVA en la que lo SUBALTERNO irrumpe —interrumpe— en cualquier ilusión de continuidad sin FISURAS entre las culturas dominantes del centro y de la (ULTRA)PERIFERIA. Pero también en cualquier noción ingenua de homogeneidad para la cultura CRÍTICA que así se construye mediante CONTRAPUNTOS no siempre armónicos.

Un ARTICULADOR de sentidos. En plural. MICROMUSEO no se limita al ATESORAMIENTO y exhibición de colecciones, aunque la organización de muestras y la formación de un acervo se encuentren entre sus objetivos. Este museo no acumula objetos: los CIRCULA. No consagra ni sacraliza: CONTEXTUALIZA. No tiene una ubicación única: VIAJA y se distribuye según las características de cada una de sus proyecciones.

Una política de INSCRIPCIONES MÚLTIPLES cuya materialización privilegiada no está en el objeto o en la colección o en el espacio físico, sino en el PROYECTO CRÍTICO que articula a cada uno de esos elementos, incluso con anticipación de sus existencias respectivas. EL MUSEO ANTES DEL MUSEO.

Una PRAXIS MUSEAL que yuxtapone los FRAGMENTOS dispersos de nuestras muchas expresiones, recíprocamente ILUMINADAS por sus CONTRASTES tanto como por sus articulaciones.

ESTRATEGIAS FRICCIONARIAS cuyo principio dinamizador es NO REPRIMIR SINO PRODUCTIVIZAR LAS DIFERENCIAS. Ubicar en escena crítica el carácter DISCONTINUO de la historia y de la cultura y de la política en una sociedad peruana hecha de FRACTURAS: un país que no es un país, mucho menos una nación, sino un ARCHIPIÉLAGO de temporalidades DISLOCADAS y ásperamente superpuestas. Una comunidad INIMAGINADA donde ningún presente cancela todos los pasados IRRESUELTOS que se derraman, que se DERRUMBAN, sobre nosotros. Las RUINAS de la historia. Y sus INERCIAS simbólicas.

Una MIXTURA deliberada de culturas y contextos: lo ARTÍSTICO, lo ARTESANAL, lo (SEMI)INDUSTRIAL, los DISEÑOS. Lo PREHISPÁNICO y lo MODERNO, lo VIRREINAL y lo CONTEMPORÁNEO. En asociaciones ILÍCITAS, insólitas, pero no ajenas a las que ofrece nuestra vivencia permanente de SIMULTANEIDADES aparentemente inconexas. Piezas todas de un rompecabezas por siempre MUTANTE, perturbado además por cualquier suerte de DOCUMENTOS, percibidos no sólo como referentes sino como ESQUIRLAS: los restos materiales de una realidad EXPLOSIONADA.

Restos materiales, CULTURA (IN)MATERIAL: es bajo este horizonte mayor que se ubica la casi entera praxis de MICROMUSEO, convirtiendo al arte en porción inevitable pero DESJERARQUIZADA de un conglomerado fáctico y simbólico más complejo que confronta y subvierte y trastorna —ALTERA— esta categoría tan mistificada. ¿High and low? Low and low, en realidad. Low and LOWER.

Una MUSEALIDAD MESTIZA, donde las palabras “artista” y “artesano” se irán reemplazando por la de “ARTÍFICE”, procurando de ese modo significar la crisis de esas y otras distinciones en una cultura crecientemente hecha de LO IMPURO Y LO CONTAMINADO. Intercambios de FLUIDOS en que lo subalterno ocupa un lugar nuevo, ya no como re-presentación imaginaria sino como IRRUPCIÓN, como INTERRUPCIÓN fáctica en el discurso, en el INTERCURSO cultural.

Una MUSEALIDAD PROMISCUA, donde las obras llamadas artísticas coexisten con sus referentes eruditos, y al mismo tiempo con productos MASIVOS u objetos RECICLADOS de toda procedencia, además de notables ejemplos de la múltiple creatividad popular. Todo tipo de parafernalia RELIGIOSA, por ejemplo. O aquellas rústicas ESCOPETAS “HECHIZAS” que tuvieron un papel dramático durante la guerra incivil (1980 – 1992) y dejaron su impronta también cultural en la (post)modernidad peruana. Restos decisivos pero precarios de nuestra existencia (in)material más URGIDA.

Una MUSEALIDAD PLEBEYA, dispuesta a sustentar su autonomía sobre una economía ELEMENTAL pero suficiente, EMANCIPADA de los poderes y del Poder: del ESTADO y del MERCADO, de los POLÍTICOS y del gran CAPITAL. Una musealidad AUTÓNOMA donde las iniciativas y las decisiones permanecen siempre en los agentes REFLEXIVOS, no en los PATROCINADORES económicos o en la agenda circunstancial de los GOBERNANTES de turno.

Una TEORÍA DEL VALOR que desplaza esta noción ECONÓMICA y estética —por no decir estetizante— hacia el concepto QUÍMICO —y politico— de la VALENCIA: la capacidad de COMBINACIÓN Y MEZCLA asumida como uno de los atributos principales de cada gesto o pieza. Un incesante juego de asociaciones libres diseñadas para liberar el potencial REPRIMIDO de sentido en objetos que se ven así desfamiliarizados y devueltos a su INQUIETANTE EXTRAÑEZA, a su condición a veces SINIESTRA.

Una CÓPULA POLÍTICO-CULTURAL en la cual el propio nombre y concepto de un MUSEO DE ARTE CONTEMPORÁNEO deviene en una CONTRADICCIÓN EN TÉRMINOS: para ser genuinamente contemporáneo, el museo tiene que RENUNCIAR a cualquier vocación exclusiva por lo artístico.

Humillar al arte: devolverlo a su HUMILDAD primera. Su esencia ARCAICA y FUTURA: el arte es hoy apenas un ingrediente más en la DESBORDADA nueva visualidad que todo lo gobierna y lo SUBVIERTE todo. Hasta nuestras eruditas existencias y miradas deben ahora negociar sus formas y sus sentidos —su sentido mismo— no con la CIUDAD LETRADA, como Ángel Rama propuso hace apenas unas décadas, sino con el PLANETA ICÓNICO, incluso con la ciberesfera electrónica. Y otra vez con las INERCIAS simbólicas de nuestros muchos pasados, TRUNCOS todos, pero ninguno cancelado.

Un CATALIZADOR DE MEMORIA, que capitaliza incluso las interminables DERROTAS, transformándolas en EXPERIENCIA al activar como CONCIENCIA los fragmentos de nuestra historia tantas veces ROTA. Restos que se tornan recuerdos al reintegrarse a un continuo por siempre INTERRUMPIDO pero RECOMPUESTO siempre. Con sentidos TRANSMUTADOS.

Una RESERVA HISTÓRICA, preservando y haciendo disponibles imágenes y objetos y documentos y conceptos —VISIONES también— que, de no ser por esta iniciativa, en muchos casos habrían desaparecido pese a su relevancia. Los señalamientos de MICROMUSEO recuperan y valoran gestos y obras en su circunstancia de MÁXIMO RIESGO, de PELIGROSIDAD incluso. Una apuesta audaz por LA CONTEMPORANEIDAD MÁS DURA, despreciada en su momento y hoy validada a posteriori por la creciente incorporación de sus formas culturales a otras instancias e instituciones. Un renovado sentido común al que MICROMUSEO contribuye desde sus posiciones más TEMPRANAS.

Una ESTRUCTURA ALEGÓRICA del lenguaje museal surgida de la ambivalente ESTRUCTURA DE SENTIMIENTOS en nuestros tiempos LIMINARES, acaso TERMINALES. Colecciones e intervenciones en que el objeto deviene en un constructo alegórico cuyos elementos se articulan mediante relaciones no de identidad sino de ANALOGÍA y FRICCIÓN. IMÁGENES DIALÉCTICAS cuya fuerza paradójica radica precisamente en la contradicción: lo que a través de ellas se pone en escena no es una totalidad sin fisuras sino una conciencia radical hecha de fragmentos friccionados. NO LA ADAPTACIÓN SINO LA EXALTACIÓN DE LA DIFERENCIA.

Un agente crítico de CIUDADANÍA NUEVA. No una finalidad sino un MEDIO. MICROMUSEO se ofrece como parte de un proyecto mayor, vinculado a nuestra precaria realidad. Y a los esfuerzos por comprenderla TRANSFORMÁNDOLA.

Una concepción PASIONAL del museo no como cámara de tesoros y parangón de prestigios —sociales o académicos— sino como CATALIZADOR de sentidos. En todos los sentidos. El propósito de MICROMUSEO no es acumular obras sino ACTIVARLAS. No ingresar a la historia del arte —esa categoría desfalleciente— sino modificar la historia a secas. MOJÁNDOLA (“lava la bandera”).

Una PULSIÓN. Lo diremos otra vez: un museo no es un edificio. Un museo es una COLECCIÓN y un PROYECTO CRÍTICO. Y un compromiso VITAL, VITALISTA, SENTIMENTAL incluso. Con lo PROPIO, con lo LOCAL, con los restos LATENTES de nuestras muchas culturas, siempre FRAGMENTADAS pero RECOMPUESTAS siempre.

Una FORMIDABLE MÁQUINA DE PERDER PLATA. Esta museotopía no genera recursos monetarios ni es un modus vivendi para quienes contribuyen a ella. Lo que se procura es la recuperación del sentido esencial, etimológico casi, de la curaduría. Un CUIDAR, un CURAR, que entre nosotros era —recuérdese— una desviación de excéntricos. No una finalidad sino un medio, un recurso para GANAR VIDA y PERDER DINERO (pocos saberes más importantes que el saber perder dinero).

Hoy la curaduría suele ser una CARRERA de profesionales con maestrías universitarias y alternancias COSMOPOLITAS de trabajo en comunidades con las que no se mantiene vínculo mayor que el contractual. Con justificativos y méritos propios, es cierto. Pero, hechas las sumas y las restas, perdura el desafío complejo de preservar en nosotros EL ALIENTO MAVERICK. Al menos como FANTASÍA, como FÁBULA, como LATIDO, como LATENCIA. Alucinarnos movilizados no por los intereses permanentes de la institución (acaso legítimos, no es ello lo que acá se discute) sino por la urgencia vital, vitalista, POÉTICA. Política, en el sentido más denso del término.

Y por el arbitrario flujo hormonal de nuestras PULSIONES. La DERIVA DESIDERATIVA. Y la SANACIÓN ESPIRITUAL. (Curador / CURANDEROI).

Un DELIRIO. Tal vez el mayor logro FÁCTICO de MICROMUSEO radique en su ILUSIÓN. Su ENSUEÑO, su FANTASÍA, su EXTRAVAGANCIA. La resolución del vacío museal peruano empieza por el DESORBITAMIENTO, el DESQUICIAMIENTO casi, de la noción misma de museo. Las MUSEOTOPÍAS. Y sus alterados CIELOS.

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Una TEODICEA, una búsqueda de Dios. En sus agonías. Y una ORACIÓN, un REZO, un espacio de SILENCIO. En sus insilios. Contra el GRAN RUIDO contemporáneo, hacer otra vez posible la INTROSPECCIÓN, el estar a solas con nuestros propios pensamientos.

Una experiencia museal que RECUERDE EL ALMA DORMIDA (Jorge Manrique).

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Un ARREBATO, una ARRECHURA. Una LASCIVIA MÍSTICO-LIBIDINAL que reivindica incluso la relevancia de la RELIGIÓN y de la TEOLOGÍA como experiencias ineludibles para la problematización cultural de nuestra condición última. Pues el sentido primordial de la curaduría es el acto de CURAR. La SANACIÓN. Espiritual y POLÍTICA.

Y la actitud final para finales tiempos es asumir plenamente los restos de estos, nuestros mestizos, mutantes, CYBORGS cuerpos de cultura. Y de carne. Y de DESEO. El indispensable, inconcebible, intercambio de fluidos entre BENJAMIN y HEIDEGGER.

Contra la TRITURACIÓN DEL AURA, que tan iluminadora obsesión despertaría en el JUDÍO mesiánico. Contra el OBSCURECIMIENTO DEL MUNDO que el existencialista NAZI vislumbra en la FUGA DE LOS DIOSES, en el AHUECAMIENTO MODERNO DE LA TIERRA. Contra las rutilancias falsas del FETICHISMO DE LA MERCANCÍA.

Que la diferencia REFULJA.

Que la diferencia REFULJA

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